En la época de la Colonia, desde el año 1542 hasta la segunda decena del
siglo XIX, casi no existieron obras literarias. El fanatismo evangelizador
provoco que se quemaran ídolos, se destruyeran códices, se mutilaran
tradiciones. En Yucatán, el obispo Fray Diego de Landa arrasó en 1562, con
parte de la memoria cultural del pueblo durante el llamado “Auto de Fe de
Maní”. Años después, arrepentido, trató de rescatar para la posteridad lo poco
que su memoria y mirada pudo recordar. Así, escribió la llamada “Relación
de las cosas de Yucatán”.
Algunos indígenas alfabetizados se preocuparon por conservar elementos
significativos de sus comunidades. Nakuk Pech, escribió la crónica
de “Chac Xulub Chen” en 1562. Gaspar Antonio Xiu, quien hablaba
español y latín, escribió en 1579 sobre las costumbres de los indígenas y un
vocabulario en lengua maya. Gaspar de Nájera elaboró una curiosa relación de
las antigüedades de Yucatán.
Otros como Fray Antonio de Ciudad Real, Alonso de Solana, Juan de
Acevedo, Francisco Torralba, Pedro Sánchez de Aguilar, escribieron
devocionarios, sermonarios, catecismos, informes, vocabularios, diccionarios y
obras diversas, que deben verse como parte de una concepción temprana de la
literatura. En esa época, no había imprenta en Yucatán y para publicar, como en
todo el ámbito colonial, estos frailes y clérigos debían someterse a la
aprobación oficial de los órganos eclesiásticos y civiles.
Así mismo, los escritores se limitaban a leer sus trabajos manuscritos
frente a sus amigos, destruyendo luego sus composiciones, ya que la literatura
era temida como propagadora de ideas. Sin embargo se conservan algunos versos
del Padre Gregorio Maldonado y Fray Lucas de Arellano, así como una serie de
décimas escritas en recriminación a Jacinto Canek, mismas que surgieron a raíz
de la sublevación de Kisteil, y un curioso testamento en verso del padre
Lorenzo Mateo Caldera.
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